La perla de John Steinbeck
En el centenario de este gran autor era obligado dignificar y poner de nuevo al alcance de los lectores españoles una buena edición en tapa dura de esta pequeña joya literaria.
“En aquel Golfo de luces inciertas había más ilusiones que realidades...”
John Steinbeck
En el presente comentario se reflexiona acerca de uno de los tantos temas que, detrás de las acciones ficticias que retrata el autor, no pierden vigencia en el contexto actual que se atraviesa.
Es importante remarcar que la obra se publicó en el año 1947, siendo la décima novela del autor, y, que lo catapultará al reconocimiento internacional y a la recepción del Premio Nobel de Literatura en el año 1962.
La novela retrata la experiencia de una familia que, al pertenecer a una comunidad indígena, se ve atravesada por circunstancias sociales que caracterizan al pueblo en el que vive, y que se materializa en las diferencias de clases, la opresión hacia los pobres, la marginalidad, el racismo por aquél que es diferente, la ambición y codicia humana, como así también la búsqueda y aspiración de un futuro mejor.
Como se señaló anteriormente, este escrito no pretende abordar todos estos temas, sino que se enfoca en aquello que se considera distintivo y que caracteriza a todo ser humano, que es la búsqueda de un sueño, como deseo y motor de las acciones que este realiza, pero que a su vez se ve limitado por la presencia de un otro. En este sentido, tal reflexión se podría representar en la siguiente afirmación: “toda persona, en su individualidad, lucha por alcanzar aquello que desea y que satisface una necesidad, no personal, no propia, sino de todos aquellos que la representan y materializan”.
En el desarrollo de la historia acompañamos a Kino, quien, junto a su esposa y su hijo, buscan desesperados la venta de una perla, a fin de solventar los gastos de salud de su hijo, como así también para la realización personal que el mismo idealiza para su familia. En la venta de la perla, y en la perla misma, se ven sumergidos los sueños que proyecta y aspira. Esto se puede observar en las siguientes líneas:
Nos casaremos... en la iglesia. En la perla veía cómo iban vestidos: Juana con un chal muy tieso por lo nuevo y una nueva falda, bajo cuyo borde Kino podía ver unos zapatos. Todo estaba en la perla, que brillaba incesante con ricas imágenes de ensueño. El también llevaba ropas nuevas, un sombrero mejor, no de paja sino de fieltro negro, y zapatos de ciudad. Y Coyotito llevaba un traje azul de marino estadounidense y una gorra blanca como Kino había visto una vez a bordo de un yate de recreo en el estuario. Todo esto estaba en la perla, y Kino siguió diciendo: — Tendremos vestidos nuevos.
Esta actitud, movida por y para la satisfacción de un deseo, no es extraña a aquella que se observa en los sujetos reales, fuera del relato, en nosotros. El ser humano, desde que nace y absorbe una determinada cultura, se hace uno con aquello que lo rodea, con aquello que es propio, imprimiendo así no solo los rasgos que lo definen como tal, sino que, además, le presenta aquello que puede llegar a ser, o lo que puede llegar a poseer.
Como lo expresa el mismo Kino al decir:
“Porque se dice que los humanos no se satisfacen jamás, que se les da una cosa y siempre quieren algo más”. Transitamos el mundo en la búsqueda de algo que nos falta, y que necesitan aquellos que nos rodean. Nos “cargamos”, no solo las necesidades que son propias, sino la de aquellos que nos acompañan. Proyectamos en el dinero, en nuestras habilidades, en el trabajo, y en nuestras acciones, aquello que llevará o acercará a los demás a la concreción de sus sueños. Todos estos elementos representan nuestra perla, al modo de Kino, quien, al contemplar la suya, veía que su “su sueño del futuro seguía siendo real e indestructible”
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